Las experiencias de los estudiantes como insumo para una nueva generación de políticas y acciones en educación. Mirando desde lo local hacia nuevas normalidades
Desde que se anunciaron las medidas de sana distancia me surgieron preguntas sobre cómo se tomarían decisiones relacionadas con la educación en casa de los estudiantes en México. Particularmente, me preocupaba el cómo establecer estrategias que lidiaran con la heterogeneidad y la diversidad de circunstancias en que millones de niños, niñas y jóvenes se educan y que ahora deberían hacerlo en sus hogares, igualmente diversos: ¿cómo tomar decisiones que no generen más problemas de los que se intentan resolver?
Conforme han transcurrido los días nuevas preguntas han comenzado a surgir: ¿cuáles son los principales retos que están enfrentando los estudiantes en estados y regiones del país con gran diversidad social y cultural, con marcada heterogeneidad geográfica y evidente desigualdad económica como los de sur-sureste de México? ¿Qué paralelismos y qué diferencias tienen entre sí entidades como Veracruz, donde vivo y trabajo, con otras de México? Los estudiantes en estas zonas del país: ¿han participado en las decisiones que se han tomado sobre su educación? ¿Qué retos se han identificado en sus familias, grupos domésticos, comunidades a partir del confinamiento obligado? ¿Cómo han tratado las instituciones a los estudiantes? ¿Se han venido creado condiciones para mejorar la educación en casa?
A partir de preguntas como éstas, del diálogo con estudiantes y de docentes de diferentes niveles educativos me ha quedado claro que las actuales circunstancias han hecho más que evidente la paradoja de la tomas de decisiones y de la participación en la educación de México. Mientras el tiempo transcurre más convencido estoy de que las y los estudiantes, principales protagonistas del proceso educativo, requieren en esta coyuntura histórica de la mayor atención, tanto desde el punto de vista educativo, como desde el punto de vista social y político en la medida que viven situaciones extraordinariamente complejas. Algunas son obvias, como las muy diversas condiciones de educación y escolarización que se combinan con el confinamiento obligado. Pero otras debemos de recordar con insistencia porque se tejen con sus condiciones de formación: la violencia en diferentes modalidades y contextos (particularmente la delictiva, la doméstica y de género); la precariedad económica y la exclusión social que marca su trayectoria personal y familiar; la exposición a diferentes contenidos en muy diversos medios y soportes que se disputan su atención y su formación.
Asimismo, estoy convencido de la importancia que se debe dar a la dimensión local, regional y comunitaria para comprender los retos de los estudiantes y orientar la toma de decisiones por venir. Dado que la pandemia es global, dado que vivimos gran parte de nuestras políticas en diferentes ámbitos, destacadamente la educación, en una escala global, puesto que las telecomunicaciones nos sitúan constantemente con hechos de amplia escala, con mucha facilidad se obtura la importancia de lo local y la dimensión micro-espacial, no solo para efectos de análisis sino también para efectos de las decisiones y las acciones. El actual contexto ha mostrado nuevamente la importancia de redimensionar el conocimiento sobre lo local, no solo para estar “enterados” o para “aprender de ello”, sino para, desde ahí, revisar algunas de las formas tradicionales de diseñar políticas e intervenciones en el campo de la educación que no desaparecerán en el “escenario pospandemia” por más que han mostrado varias limitaciones en países de tradición política centralista como México.
Algunos aprendizajes sobre la participación espontánea de los estudiantes en sus contextos
En Veracruz, a inicio del 2019 había más de dos millones de estudiantes en los diversos niveles. Por otro lado, estados como Puebla, Veracruz y Oaxaca y otros de la región, como Tabasco, Chiapas, Yucatán, Quintana Roo, concentran a cerca del 70% de estudiantes indígenas de México. En estos estados, además, se concentran algunos de los indicadores de desigualdad social más altos de todo México, destacadamente los relacionados con el ingreso y el bienestar material de las personas, donde más del 60% de la población vive en situación de pobreza. En este contexto diferencial quiero destacar algunos asuntos que hemos aprendido durante el periodo de confinamiento.
Primeramente, los estudiantes pasaron de participar en absolutamente nada, a participar activamente en la toma de decisiones. Al inicio de las jornadas de confinamiento la reacción de casi todas las instituciones fue intentar continuar el trabajo educativo que regularmente se hacía de manera presencial en línea o a distancia y valiéndose de diversos medios a mano. Ninguna se propuesto, hasta donde yo registré, “hacer nada”, “suspender” simplemente hasta tener alguna estrategia integral. Se trató de una decisión institucional racional, esperada, pero que en su urgencia no pareció reconocer de inicio la gravedad de la situación a enfrentar y la importancia de incluir el punto de vista de los estudiantes.
Posteriormente, conforme la jornada de distanciamiento se ha desarrollado la situación ha cambiado un poco y los estudiantes han participado en la toma de decisiones sobre su formación aunque esto es muy relativo en el caso de niños y niñas que cursan el preescolar. Mientras algunos estudiantes han asumido los requerimientos lo mejor que han podido e inclusive han seguido sus agendas de estudio de manera escrupulosa, presentándose a clases virtuales diariamente por 3 o 4 horas y envidando tareas permanentes (sobretodo aquellos que tienen mejores condiciones materiales y personales para hacerlo), otros han tenido que introducir variaciones o matices, por su cuenta o con sus familias, compañeros y docentes.
Por otro lado, en este proceso se ha hecho patente con variaciones el que las personas, los estudiantes se organizan de diferente manera para estudiar y aprender según su entorno y condiciones, con mayor o menor efectividad. En estos meses hemos sistematizado testimonios de estudiantes que se han organizado para compartir contenidos, formar grupos de trabajo, o colectivos enseñándose de manera solidaria en casa junto con sus tutores, hermanos o vecinos.
Otros estudiantes han negociado con los docentes la forma de abordar los contenidos y desarrollar las actividades: han logrado cambiar las tareas (su duración, su extensión), ajustar la forma de presentarlas (en equipos, de manera parcial), entre otras. Es admirable cómo algunos estudiantes y profesores se han organizado con quienes tienen internet o teléfono, con tiendas de colonias o comunidades, con papelerías y hasta farmacias para entregar tareas (sorteando el gasto que implican las recargas de tiempo y datos a teléfonos de prepago). Sé de personas que pusieron su número telefónico a disposición de quienes quisieran tener una asesoría personalizada.
En el nivel medio y superior, en algunos institutos y universidades se ha dado el despliegue de mucha creatividad e iniciativa apoyándose en el uso de la realidad virtual o simuladores para continuar con la formación que requiere práctica. Mientras, en otros casos, esto no ha sido posible a pesar de la voluntad, bien porque las disciplinas no se pueden cursar así, bien porque las condiciones lo impiden. Muchos de ellos están en la incertidumbre de no saber qué pasará con sus semestres, sus acreditaciones, sus movilidades, etc.
Debemos reconocer que en algunos casos las decisiones o iniciativas no han sido efectivas. Algunos estudiantes han debido replegarse, bien para dejar los asuntos educativos por la paz, bien por razones como la necesidad de trabajar, o bien porque deben asumir nuevas responsabilidades (cuidar a familiares, hacerse cargo del hogar). Testimonios de docentes de nivel superior indican que casi la mitad de sus estudiantes están desconectados. Mientras que algunos profesores de básica han detectado que varios de sus estudiantes más desfavorecidos definitivamente han dejado de comunicarse. Mientras más se extiende el confinamiento mayor es la incertidumbre sobre la formación de estos jóvenes y niños. Y otros aunque no están en riesgo han asumido roles de responsables de la familia (algunos mantienen a su familia con sus becas), o deben llevar gran responsabilidad doméstica lo que condiciona fuertemente su “desempeño académico”.
Ahora bien, el tipo de participación aquí resumida no es del tipo normativa. No cae dentro de los marcos tradicionales, pero dado que tampoco es simplemente aceptación pasiva de las circunstancias del mundo, es importante analizar la trama social que está movilizando en torno a la educación con ojos distintos.
Tomar decisiones en un escenario “post-pandemia”
En México como en otras partes del mundo se nota una tendencia a normalizar lo que está ocurriendo. “La nueva normalidad” parece querer decir que hay que asegurar que mas personas tengan acceso a internet para seguir estudiando, recuperar el tiempo perdido, regularizar el semestre o el periodo escolar. Diversas autoridades dicen que el año escolar “no se perderá”. Este tono de las preocupaciones es esperado pero poco afortunado. El próximo ciclo de políticas no puede montarse sobre las exceptivas previas, como si poco se hubiese aprendido de las circunstancias de los estudiantes, de los docentes, de los directivos, de las autoridades educativas en los diferentes niveles. Si de un servidor dependiera, la próxima generación de políticas sería de transición, y arrancarían sistematizando la experiencia de lo que vivieron los estudiantes y por supuesto sus familias y profesores durante la jornada de confinamiento. Sería un error monumental no hacerlo. Así como la violencia y la precariedad están marcando nuestras vidas, la crisis derivada de la pandemia brinda una dramática oportunidad de aprender sobre nosotros mismos, nuestros estudiantes y sus circunstancias.
En esta lógica, las autoridades educativas y todos los que participamos del ciclo de decisiones políticas debemos asumir que se está configurando una profundización de la crisis económica y de seguridad, pre-existentes a la pandemia. La “normalidad anterior” era terrible, la que viene agregará 2 millones de empleos perdidos, una caída de aproximadamente 6 puntos en la economía y un alza en los indicadores de violencia. La agenda del gobierno federal y de los estados en materia educativa deberá asumir ello. También las instituciones educativas y sus agentes: la realidad que tenían proyectada no existe más.
También, es necesario repensar las formas de vincular los procesos locales con otros de alcance intermedio y macro; lo regional y lo nacional, la relación entre institución y persona. Las micro-políticas, los microcosmos familiares, barriales y comunitarios donde viven los estudiantes serán muy importantes para navegar esta crisis y proyectar el futuro.
Desde mi punto de vista, es evidente que las pretensiones universalistas en materia de evaluación, diseño de políticas, diseños curriculares, benchmarking educativo deben cambiar. La tendencia a comparar a México con otros países y en función de ello “medir” el estado de la educación para tomar decisiones, antes era inadecuado, hoy me parece francamente trivial.
En el plano de las acciones prioritarias, éstas no debe girar entorno a plataformas y tecnologías digitales. Éstas deberán ser transparentes a los usuarios, pero sobre todo, funcionar al interior de una estrategia plural de educación que reconozca las diferencias. Y junto con ello, será necesario revisar algunos conceptos que organizan y rigen planeaciones y normatividades. Me refiero a nociones como ciclo escolar, nivel o año escolar, calificación, entre otros. Esto ayudaría a que tanto familias, estudiantes y autoridades descentren la ansiedad con los avances y progresiones y prioricen el aprendizaje, la formación, la convivencia, la salud.
Agradecimiento y reconocimiento por haber compartido su experiencia ya que estas situaciones tejen redes de intersubjetividades y ayudan a construir una antropología educativa que consideren al estudiante como persona y todo lo que ello significa. Este tipo de aportaciones permite establecer contextos como situacionalidad y especifidad propias tanto de nuestro sistema educativo como de nuestro país. Relevante documento para socializar con docentes y con responsables de la educación mexicana para promover políticas educativas pertinentes y consistentes con toda nuestra diversidad social, histórica y educativa.
Muy interesante los diferentes foros, muestrán la radiografia de esta contingencia , gracias por compartir experiencias y diversos contextos que enriquecen nuestro quehacer docente y la investigación! Gracias!