Confinamiento y desigualdad en Cataluña (España)

La crisis del coronavirus y el cierre escolar ha dibujado una situación socioeducativa inédita en España: millones de niños, niñas y jóvenes confinados en sus hogares, recibiendo clases, con mayor o menor intensidad, a distancia. 

La escuela presencial ha sido substituida por plataformas digitales, encuentros virtuales y tutoriales online, en un intento (no siempre logrado) de mantener la conexión del alumnado con la institución escolar. Paradójicamente, en estos meses, hemos observado la falta de acierto de aquellas profecías que en los últimos tiempos apuntaban el fin de la escuela como institución útil en el siglo XXI, puesto que la era digital y la disposición de miles de recursos formativos online aconsejaba una cierta transición al autoaprendizaje y la reducción del valor de la tarea docente. 

Hoy por hoy, a pesar de sus muchas limitaciones, la escuela sigue siendo necesaria. Y lo es no solo como espacio de transmisión de conocimiento sino también, y muy especialmente, como instrumento de lucha contra la desigualdad social ¿qué efectos tiene la cancelación de clases sobre la equidad educativa? ¿Cuál será el resultado de dejar en manos de las familias el acompañamiento escolar, si sabemos que el capital cultural de las familias explica una parte muy importante del éxito académico de sus hijos e hijas? ¿Qué nuevas barreras aparecen ahora en la lucha contra la desigualdad en un escenario de educación a distancia donde el acceso y capacidad de uso de las TIC se vuelve imprescindible? Estas son solo algunas de las preguntas que motivaron esta investigación. 

Durante la segunda semana del confinamiento lanzamos a través de las redes sociales (twitter, facebook y wapp) una encuesta dirigida a familias con niños y jóvenes, residentes en Cataluña (España) entre los 3 y los 18 años y que estuvieran escolarizados segundo ciclo de educación infantil (3-6 años), educación primaria (6-12 años), educación secundaria (12-16 años), bachillerato (equivalente a la preparatoria en México pero de dos años de duración, de los 16 a los 18) o formación profesional de grado medio (16-18 años). 

  • El cuestionario se divide en 5 grandes bloques para recoger, con las limitaciones propias de un cuestionario (online), los nuevos (y desiguales) escenarios educativos que se han ido construyendo durante las dos primeras semanas después del cierre de las escuelas e institutos: 
  • Las condiciones estructurales en que se está produciendo el confinamiento, tanto por sus características familiares (nivel de estudios, monoparentalidad, género, clase social …), como la situación laboral de los adultos (categoría profesional, carga laboral, flexibilidad horaria, seguridad laboral) y las condiciones del hogar (dimensión, espacios abiertos, conexión a internet, acceso a plataformas digitales, dispositivos). 
  • La relación niño-escuela: cuál es la comunicación con el centro educativo, qué tipo de tareas/ ejercicios ponen a disposición del alumnado, cuál es la carga percibida, etc. 
  • La vinculación con actividades extraescolares: qué hacían antes del confinamiento, qué mantienen y como se están llevando a cabo.
  • Los aprendizajes en familia, para conocer las actividades que éstas realizan con sus hijos e hijas, pero también las percepciones sobre el tiempo de confinamiento.
  • Situación económica previa al confinamiento y efecto sobre la situación laboral y económica del mismo. 

Se obtuvieron más de 40.000 respuestas en los 5 días que estuvo el cuestionario online. Como era esperable, una parte importante de las familias que respondieron cuentan con estudios universitarios pero la recogida de información de más de 2000 familias con estudios obligatorios o menos nos ha permitido ponderar la muestra para controlar este sesgo inicial.

Los primeros análisis de resultados ponen de manifiesto la existencia de un desigual acceso a la educación a distancia. En Cataluña, un 56% de los hogares cuenta con menos de un dispositivo electrónico (tablet o computadora) por persona en el hogar (teniendo en cuenta que nuestra encuesta es online y, por lo tanto, hay un sesgo de acceso, es de esperar que la falta de dispositivos sea aún mayor). En los casos con más de un niño o niña en edad escolar o de adultos realizando teletrabajo, esto supone la imposibilidad de disponer de un recurso esencial. A la brecha de acceso se suma una importante desigualdad en la capacidad de uso de la tecnología. Y es que la conectividad no garantiza el conocimiento o habilidades para el uso adecuado de las nuevas tecnologías. Es en este terreno donde más se extreman las diferencias sociales. 

Los datos de la encuesta nos permiten ilustrar la existencia de desigualdades tanto en el terreno formal (escuela), informal (familia) y no formal (tiempo de ocio educativo), desigualdades que se acumulan generando escenarios de especial vulnerabilidad.

Para medir la desigualdad en el ámbito formal hemos construido un Índice de Oportunidades de Aprendizaje (IOA) que concentra información sobre las horas dedicadas a las tareas escolares, el contacto en línea con la escuela y el tutor, la realización de deberes y las tareas corregidas por la escuela para alumnado de ciclo superior de primaria o mayor. El índice, que se mueve entre 0 y 100 en función de la frecuencia observada en la realización de estas tareas, muestra importantes disparidades. Un 28,3% del alumnado se sitúa a 0 (lo que significa que dedica menos de una hora al día a las actividades escolares, prácticamente no tiene comunicación con tutores y no tiene trabajos para hacer y ser corregidos). En el otro extremo, con un IOA de 100, tenemos un 7,7% de los niños.

Se observan diferencias entre familias según el nivel de ingresos (mayor exposición entre rentas más altas), el ciclo educativo (cuanto más alto, más dedicación), la procedencia familiar (a favor de los autóctonos), número de personas confinadas en el hogar (como más hijos, menos dedicación de cada niño en el aprendizaje). Las distancias son, sin embargo, especialmente acusadas entre familias según la titularidad del centro escolar. Las escuelas privadas reaccionaron de forma más intensiva que las públicas. Así, las medias del IOA para el alumnado de primaria fueron de 34 (escuelas públicas), 58 (escuelas privadas financiadas con dinero público) y 77 (escuelas privadas), y de 56, 71 y 85, respectivamente, en el caso de la educación secundaria. Cabe aclarar que las instrucciones del gobierno catalán cambiaron después de la distribución de la encuesta, activando las escuelas públicas, por lo que las diferencias entre tipos de escuelas se han visto probablemente reducidas.

En cuanto a la educación informal, mientras que en muchos hogares el capital cultural familiar y la alfabetización digital han posibilitado la sustitución de la maestra en el aula, en muchos otros la ausencia de competencias en este ámbito ha dificultado el seguimiento de la escuela a distancia. En nuestra encuesta, preguntamos por el acompañamiento al estudio por parte de la familia. En la educación secundaria, el 48% de las madres con estudios universitarios afirman participar de las tareas escolares de sus hijos  e hijas, solo el 35% en el caso de las madres sin estudios (las cifras de los padres son aún más bajas tanto en las familias de alto capital como en las de menores recursos). Significativas son también las diferencias en las motivaciones para no acompañar: mientras que un 29% de las madres que han alcanzado como máximo estudios obligatorios señala que el motivo es “no saber / no recordar” cómo se hacen las tareas, esta proporción se reduce a un 2,6% en el caso de las madres con estudios universitarios.

Por último, el confinamiento ha supuesto, también, la parada de la actividad de las actividades extraescolares (idiomas, deportes, música, artes…), que cuentan en Cataluña con muchísima tradición y seguimiento por parte del alumnado. Durante la segunda semana, el 70% de las actividades extraescolares se habían dejado de hacer. De nuevo, con diferencias destacadas según las características familiares. Antes de esta situación excepcional entre las familias con niños de primaria que han respondido la encuesta, sólo el 60% de aquellas con estudios obligatorios realizaban algún tipo de actividad extraescolar, el 94% en el caso de las familias más capitalizadas. Ahora, en confinamiento, son las familias más instruidas las que más las han mantenido (31,4%, respecto al 16% de las familias menos capitalizadas), incrementando así la distancia entre unos y otros niños.

Sin duda, la etapa post-confinamiento tendrá un reto importante en la lucha contra esta desigualdad que, si bien no es nueva, se ha visto extremadamente agudizada por el cierre de escuelas, secundarias y preparatorias durante seis meses (contando las vacaciones estivales). El proyecto sigue su trayectoria gracias a la colaboración con instituciones de otros países preocupadas por los efectos del cierre escolar en el terreno de la desigualdad educativa. A partir de colaboraciones en proyectos europeos ya en marcha como ECASS o de nuevas iniciativas de carácter internacional, se espera aportar a la comprensión de los efectos del COVID-19 en el terreno educativo y participar de la reflexión para las necesarias respuestas desde la política pública. Más información y resultados en https://blogs.uab.cat/aprenentatgeiconfinament/es/

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