La crisis: ¿Una oportunidad para reconstruirnos?
El presente escrito se presentó en el marco del Foro virtual de análisis: La investigación educativa en tiempos del Covid-19, pretende presentar algunas reflexiones en relación con la pregunta ¿Cómo hacer que los distintos actores políticos y sociales, así como los múltiples agentes escolares cooperen ante la situación de emergencia que estamos viviendo en el terreno educativo?
En primer lugar, me pregunto ¿por qué reducir lo educativo al ámbito de lo escolar? La situación de emergencia del Covid-19 da la oportunidad de investigar también otros aprendizajes que están construyendo los diferentes actores sociales. Por ejemplo, sobre la incertidumbre de lo que estamos viviendo, el estar en confinamiento qué ha significado para ellos. ¿Cómo hemos incorporado a la vida diaria la sana distancia y qué implicaciones ha tenido para nosotros y para nuestros seres queridos?, ¿cómo hemos aprendido a construir opciones de “estar juntos” a la distancia? ¿Cuál es la importancia que le hemos otorgado o no al cuidado de sí (Foucault, 1991), para poder cuidar a los otros?
Somos un país que le ha rendido culto a la muerte, pero aún no hemos llegado al mes de noviembre y la muerte se ha hecho presente en muchos hogares. ¿Cómo los diferentes actores sociales han vivido la muerte? No es lo mismo enterarse de las cifras oficiales, pero sentir su cercanía en el ámbito familiar, entre amistades cercanas o compañeros de trabajo, sí que marca la diferencia. Lo afectivo, está presente con tanta fuerza que me pregunto, ¿no es importante hacer investigación al respecto?
En segundo lugar ¿por qué la obsesión de salvar el año escolar o el semestre? La acreditación se coloca por encima de las personas, pareciera que es más importante rendir cuentas de que todo “está bajo control”. ¿Podríamos investigar cómo están viviendo la pandemia los estudiantes? ¿Cómo se sienten y a qué problemas se enfrentan los docentes de los diferentes niveles educativos?, en su mayoría no han dejado de trabajar desde que se suspendieron las clases presenciales. Se abre la oportunidad para analizar otras propuestas pedagógicas que no estén fincadas en la violencia sobre docentes y alumnos, fincadas en el hacer por el hacer, solamente para que haya evidencias de que se “está trabajando”, pero a veces sin ningún sentido. También, el de una docente que me expresa su cansancio físico, debido al incremento del trabajo frente a la computadora para dejar constancia de que está trabajando, porque la presión es que no se “pierda el año escolar”. Si antes de la pandemia del coronavirus ya tenía presente las formas de trabajo en las escuelas, que me recuerdan a la película de Chaplin del trabajo desarrollado en la fábrica, actualmente a pesar del COVID-19, me parece que se ha agudizado. ¿Habrá otras maneras de enseñar y de aprender?
Hoy más que nunca se reconoce que no solamente los estudiantes aprenden de los docentes, también de sus padres, de sus abuelos, de su familia y amigos. Los propios estudiantes han enseñado a algunos docentes y a su familia en saberes que ellos han construido, por ejemplo, en el tema socorrido de hoy, en el uso de las plataformas o de las computadoras. Efectivamente no son contenidos escolares, pero son otros saberes necesarios.
Quienes tenemos el privilegio de estar y trabajar en casa, es una oportunidad y un reto reflexionar en cómo construirnos socialmente, como comunidad, como personas, revisar nuestros vínculos ¿con quién/es? El construir un tiempo y un espacio, enfocarnos y dedicarnos a lo común, a lo que nos compete a todos, donde haya participación de los distintos actores políticos y sociales y agentes educativos para pensar en ¿qué queremos ser” o ¿qué queremos seguir siendo?, a partir de categorías que socialmente se nos imponen o bien construir otras para reconstruirnos socialmente.
La pandemia de coronavirus es una “manifestación entre muchas del modelo de sociedad que comenzó a imponerse a nivel mundial a partir del siglo XVII” (De Sousa, 2020: p. 64), por lo que pareciera que las alternativas a construir por todos los sectores sociales a nivel nacional, latinoamericano y a nivel mundial, será a partir de las recurrentes crisis pandémicas, desastres ambientales y colapsos financieros, como lo afirma el autor. Ocupa un lugar importante la investigación y el conocimiento científico, pero sin olvidar los saberes y las epistemologías de nuestros países latinoamericanos.
Existe un debate en las ciencias sociales sobre si la verdad y la calidad de las instituciones de una sociedad determinada se conocen mejor en situaciones normales, de normal funcionamiento, o en situaciones excepcionales, de crisis. (De Sousa, 2000: p. 19).
¿Cuál es la normalidad que pretendemos?, ¿La misma que vivíamos antes de esta emergencia? ¿Que sea viable para la mayoría o solamente para un sector privado preocupado en incrementar a ritmo acelerado la producción económica sin que importen las vidas de las personas? En el momento más crítico de la pandemia en México, hay una presión por parte de armadoras de autos para reabrir. Durante la emergencia sanitaria los trabajadores vieron reducidos sus salarios hasta un 75 por ciento, la disyuntiva es que en esta crisis “algo peor que ser explotado es no serlo, porque si no, ¿cómo vives?, ¿qué comes? (Pérez, 2020: p. 17). Lamentablemente, este no es el único caso y están también las maquiladoras en Baja California y un largo etcétera. El Covid-19 ha hecho más visibles las desigualdades sociales y económicas.
Esta crisis de salud que estamos viviendo nos da la oportunidad de valorar el carácter público de la escuela. Y estoy de acuerdo con Adriana Puiggrós (2020) de que la familia, la escuela y la virtualidad tienen distintas lógicas, que es necesario analizarlas.
El virus obligó dos instituciones, la familia y la escuela, cuya diferenciación había sido un histórico salto cultural y social. Sin embargo… tienen distintas lógicas. No puede haber identidad en su confluencia, pero sí es posible la solidaridad en la emergencia…No estoy de acuerdo con quienes sostienen que la institución escolar ya no funciona y aprovechan la situación actual para denostar la educación pública… hay que diseñar un espacio pedagógico que no es el aula, ni es la reproducción del currículum por otros medios, sino una nueva producción que respete los acuerdos nacionales sobre saberes comunes… pero teniendo en claro que no se enseñará lo mismo, ni de la misma manera que en la clase escolar.
La crisis es excepcional y temporal, puede ser una oportunidad para reconstruirnos socialmente, como comunidad y como personas. Tomar la decisión implica una acción política, ética y educativa.
Referencias
De Sousa, B. (2020). La cruel pedagogía del virus. Buenos Aires, CLACSO/TNI, Traducción Paula Vasile
Foucault, M. (1991). Tecnologías del yo. Barcelona, Paidós.
Pérez, N. (2020). Armadoras de autos quieren reabrir en fase crítica por virus. Aumenta presión de Estados Unidos y asociaciones. México, Periódico La Jornada, p. 17. Recuperado de https://www.jornada.com.mx/2020/05/03/economia/017n1eco
Puiggrós, A. (2020). El coronavirus. Lo ambiental y la educación. Facebook Adriana Puiggrós, 22 de abril de 2020. Recuperado en https://www.facebook.com/AdrianaPuiggros/
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