Rosa María Teresa Angulo Romero | Universidad de Guanajuato
En pleno siglo XXI, en los primeros 20 años del nuevo milenio, donde la ciencia, la tecnología y los hallazgos de la investigación clamaban logros extraordinarios en los diversos ámbitos de la política, la economía, la cultura y por supuesto la educación, nos enfrentamos a una situación que involucra al mundo entero. Todos los supuestos hallazgos científicos se derrumban ante la ignorancia total y absoluta de un ¡virus desconocido! Probablemente se hayan presentado epidemias y pandemias en siglos anteriores pero en la actualidad, con las posibilidades que presenta la alta tecnología, es posible tener información tanto mediata como inmediata de los acontecimientos que se están sucediendo alrededor del mundo. Estas amenazantes circunstancias involucran a todas las esferas de la sociedad.
Situándonos en el contexto educativo, surgen inquietudes que requieren detenerse un poco a reflexionar sobre el Sistema: autoridades, docentes, administrativos, padres de familia y todo aquel involucrado, acerca de si estamos preparados para un cambio. Un cambio difícil de imaginar, o inimaginable, o un última instancia imaginado desde la ficción.
Comenzaremos nuestra exposición de ideas con la formulación de una pregunta ¿Y ahora qué…? Con la formulación de la interrogante anterior pretendemos involucrar a los actores de las diferentes modalidades educativas. De manera que, cada instancia la complete de acuerdo a su enfoque; en primer lugar asumiendo una actitud positiva, con acercamientos y distanciamientos que caracterizan los procesos pedagógicos y de enseñanza-aprendizaje, con la convicción de que la tecnología representa un apoyo y no el conocimiento en sí mismo. Igualmente haremos referencia a los innumerables cambios que ha sufrido el ámbito educativo y didáctico a través del tiempo, para finalmente presentar una propuesta.
Recordemos que en épocas antiguas, por mencionar alguna: Siglo VI a.C. aproximadamente, la filosofía oriental, proponía una educación sin violencia, a través de la meditación, la religión etc. posteriormente los griegos propusieron una educación integral a través de cuerpo, mente, moral y cultura. Los romanos por su parte cuidaban el cuerpo y se formaban para ser guerreros, de esta manera se extendió el imperio romano. En la Edad Media, la hegemonía del poder recae en la nobleza y el clero, en esta época la violencia se consideraba sinónimo de valentía y buena crianza.
Podríamos continuar con el recorrido histórico de las ideas pedagógicas pasando por la época de: El renacimiento, La época moderna, La ilustración, El positivismo, el Socialismo, hasta llegar a la Escuela nueva o El antiautoritarismo, y El pensamiento pedagógico crítico, etc. El propósito de retomar las distintas corrientes a través del tiempo es demostrar la contante del cambio.
En los años 50 del siglo pasado, después de la segunda Guerra Mundial se hablaba de tecnología educativa. En el contexto teórico y remitiéndonos al conductismo aplicado a la educación, se criticó la formación a través del estímulo-respuesta, afirmando que el ser humano no es condicionable ni autómata. En estos primeros años de alusión a la tecnología, sea esta tecnología material o intelectual, se aplicó a los distintos niveles escolares. Fue una perspectiva epistemológica calificada como tecnocrática y en su momento bastante criticada por los resultados que arrojó en los aprendices. La tecnología no construye el conocimiento, el conocimiento es construido por los seres humanos.
Ahora bien, ubicándonos en el año 2020, las posiciones epistemológicas sean éstas idealistas, racionalistas, empíricas, dogmáticas, o críticas, se enfrentan a la problemática de explicar los nuevos fenómenos tanto científicos como tecnológicos y por ende educativos. En este momento parecen o aparecen superadas ante el movimiento cibernético y de la red. La tecnología sigue presente y superando incluso a las perspectivas anteriores que dificultan la explicación de los fenómenos presentes en los primeros 20 años del siglo XXI. Por esta razón al principio de la exposición referíamos a escenarios no imaginados, o imaginados desde la ficción, desbordados por los acontecimientos provocados tanto por los cambios cibernéticos como por una pandemia (COVID-19), la cual urge a modificar los sistemas educativos, entre otras instancias por supuesto.
Las circunstancias actuales obligan a realizar ajustes tanto desde el ámbito epistemológico, como tecnológico, y curricular. Las formas implementadas, demandan innovaciones, un replanteamiento para la adaptación, para la construcción de nuevas explicaciones epistemológicamente hablando, y estas nuevas explicaciones, implican a todo el sistema educativo, político, económico, cultural, incluso de salud. Resulta incongruente exigir a los docentes de todos los niveles una actuación y evaluación de su quehacer docente aplicando las modalidades tecnológicas con parámetros de las modalidades tradicionales, tradicionalistas, como se les quiera nombrar. Lo que se trata aquí de expresar es la necesidad de adaptación a los nuevos ambientes en todos los ámbitos. Lo inimaginable remite a formas distintas de actuación.
El salón de clases tradicional ha cambiado. Ahora nos enfrentamos a un ambiente virtual. Un ambiente desconocido para la mayoría de los docentes y de una amplia gama de estudiantes que no tienen acceso a Internet. Es inevitable la mención a las desigualdades, sin embargo también mencionamos al inició de la exposición a la tecnología como un apoyo y no como el fin; ni el dispositivo que logra construir conocimiento. Las posibilidades tecnológicas son múltiples, las personas tienen acceso a documentos digitalizados sin necesidad de internet. La radio en este momento puede resolver, algunos problemas. Como recursos tecnológicos existe diversidad de ellos. La Padagogy Wheel es un ejemplo de programas y recursos posibles de utilizar con aplicaciones tanto tecnológicas materiales como aplicaciones tecnológicas intelectuales, (dimensiones cognitivo, afectivo, psicomotríz). La responsabilidad compartida padres-docentes-discentes implica esfuerzos y nuevamente adaptación, tanto de parte de los padres como de los profesores y alumnos. La tarea es retadora pero, gratificante cuando se obtienen los objetivos planteados. Reiteramos citando a Heráclito de Éfeso: “Lo único permanente es el cambio.”
Las dificultades han sido superadas en todas las épocas y sociedades. ¿Qué sigue? La adaptación, una adaptación al cambio, quien esté en posibilidades y tenga acceso a la conectividad y a la tecnología se adaptará a ella. Quien tenga posibilidades de adaptación a la tecnología educativa a partir de los documentos, la radio o inclusive a documentos escritos, pues de adaptará a ello. Quien tenga posibilidades de acceder a una clase multimodal también es cuestión de adaptación. Todas las perspectivas epistemológicas anteriores se verán trastocadas por el conectivismo, el ciberespacio, la tecnología digital, la virtualidad, la realidad aumentada, etc. es momento de concebir la transdisciplinariedad que generarán las diversas disciplinas desconocidas aún.
Luego de exponer las ideas relacionadas con el cambio, la adaptación, la tecnología, la conectividad, los ámbitos multimedia persiste la pregunta ¿Y ahora qué sigue? La reflexión anteriormente desarrollada permite orientar los esfuerzos de la educación formal a un ámbito de trascendental importancia: El currículum. En el momento actual se requieren innovaciones curriculares, que incorporen las distintas instancias: epistemológicas, filosóficas, psicosociales, tecnológico-didácticas con el objetivo de alcanzar la anhelada educación integral: desarrollo de la mente, el cuerpo, la moral y el arte. Todo lo anterior y lo imaginable en la llamada utopía educativa.
Finalmente, al currículum se incorporaría la educación no formal y la informal, sin fragmentar su teleología.
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